martes, 1 de mayo de 2007

VIVIR RODANDO!


A CONTINUACIÓN LES DEJO ESTE CORREO QUE RECIBÍ UN DÍA Y REFLEJA EN SU MAS PURO SENTIDO, EL VERDADERO ESPÍRITU DEL CICLISTA DE MONTAÑA!

Comprender por qué alguien lleva a cabo ciertas actividades y lo que con ellas experimenta, sólo se logra repitiendo dicha actividad. Imaginarlas o verlas en televisión aunque emocionante es quedarse a mitad de la historia con una vaga idea del asunto.
Con el ciclismo de montaña pasa lo mismo, es una actividad que abarca más de lo que el común espectador percibe.
Es diferente contarlo que vivirlo, es muy distinta la emoción que vive el espectador, a la que siente el protagonista. No estoy hablando de la adrenalina que se siente ni de lo extremo que puede llegar a ser, eso dependerá de la intensidad que le imprima cada quien. Me refiero a lo placentero y constructivo que puede resultar andar un rato subido a uno de esos espléndidos artefactos. Y de cómo puede influir en la vida del quien lo usa. Es por eso, que mucho antes de practicar ciclismo, yo no podía entender ni remotamente, cómo esos tipos, esos locos que subían pronunciadas pendientes en bicicleta iban gozando. A decir verdad me parecía admirable y pensaba en las condiciones que se debían tener para lograrlo. Mentalmente las comparaba con las mías y me mataba de la risa, así que prefería olvidarme del asunto. Es que de verdad, era impensable. Además, ¿para qué? No tenía sentido. Por tal razón jamás me imaginé subiendo una montaña en bicicleta.
Hoy pienso distinto y puedo comprender que pasaba por la cabeza de aquellos locos. No son sólo razones como la aventura, la sensación de independencia, respirar aire puro, ejercitarse sin tener que ir a un gimnasio.
Yo podría decir que lo hago por mantenerme en forma, por el placer de sumergirme en un entorno natural, o por un reto que me impongo. Y todo eso es verdad. Sin embargo, cuando lo pienso bien me doy cuenta de que existe algo que hace que todos esas razones sean adicionales, secundarias, insignificantes.
Un motivo que con todo gusto nos hace madrugar a horas inhumanas, que nos somete a modificar nuestra dieta, que nos vuelve capaces de rechazar la rumba más tenaz por si acaso al día siguiente sale una buena rodada.
Es lo que nos lleva a estar sobre el sillín 4, 5 o mas horas lejos de todo. Saben de qué hablo, de aquello que nos lleva a meditar con seriedad si nos pasamos el domingo en casa de la novia o dándole a los pedales a mil con los panas en aquella pica asesina.
Que nos produce esa sensación única de poder, de euforia, de satisfacción absoluta.
Algo que te impulsa a subir al punto más alto posible de la montaña, a ser capaz de recorrer kilómetros durante días. Algo que cambia tus intereses, tanto, que te lleva a escoger en tus vacaciones familiares o de pareja, destinos donde puedas llevar tu bicicleta "y que todos queden contentos". A soñar con hacer la ruta perfecta. A anotarte en cuanta salida a la montaña se arme, siempre y cuando las piernas aguanten. A participar en todas las competencias posibles.
Eso que te empuja a visitar tu tienda de bicicletas favorita aunque no compres ni una tripa. A leer todas las revistas del tema que te pasen por el frente.
Aquello que cuando vas en tu carro por la carretera te hace anotar mentalmente todas las trochas que vas viendo a lo lejos. Incluso a asumir la bicicleta como medio de transporte. Es algo que modifica tu vida, que se vuelve prioridad. Que se convierte en un fin para muchas buenas acciones, y las acciones son las que definen la manera de vivir.
Es por eso que me quedo corto si digo que tengo muchas razones para rodar. En todo caso puedo decir que me importa tanto que asumí a la bicicleta como un instrumento de vida, un medio para llevar mi existencia de una manera más placentera, un intérprete que me hace entender mejor a mis semejantes, un punto de vista más claro desde donde ver a mi alrededor.
Cuando ruedo, no me alejo de los problemas, más bien me acerco a las soluciones. Puedo pensar mejor en las cosas, así como no pensar en ellas si no quiero.
Cuando me detengo en ese punto sobre la montaña a contemplar el paisaje de fábula que tengo frente a mí, no puedo sentirme más feliz. Y cada vez que finaliza la rodada tengo claro que es lo que quiero seguir haciendo por el resto de mi vida.

EL CICLISTA DESCONOCIDO!

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